“Lo único necesario para que la maldad triunfe es que los hombres buenos no hagan nada” (Edmund Burke)
Comúnmente se suele apelar al profundo saber popular, cuando se ve la irascibilidad e incluso la irresponsabilidad de ciertas personas para adentrarse en lo que no saben, no conocen o no comprenden, para atizar sus infestas bocas con el refrán que sigue: “la ignorancia es atrevida”. Pues bien, si la ignorancia es atrevida, el aparato estatal hace tiempo que la tiene puesta en vereda, pues se sirve de ella para legitimarse, aderezado todo ello con dosis ingentes de demagogia, populismo o imposición por medio de esos bandos en tiempos de “paz social” conocidos por los juristas como “leyes”.
La última de las cartas de los jerarcas del Estado, a través de sus correas de transmisión (partidos políticos), es la proposición de ley que el partido Unidos Podemos ha presentado (y conseguido aprobar) en el día de hoy en el pleno del Congreso. Se trata de una proposición de ley para garantizar, según afirman ellos “el derecho a la igualdad real y efectiva de las personas gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales”, tal y como dispone su articulo I.
Lo cierto es que resulta toda una estulticia y un acto de ignorancia histórica que la izquierda socialdemócrata, antaño profundamente misógina y homófoba, venga hoy a dárselas de redentora de los y las homosexuales, teniendo aún más en cuenta como sus parientes ideológicos marxistas torturaron y asesinaron a miles de personas únicamente por tener según que preferencias sexuales, toda una “perversión burguesa” a erradicar.
De todas formas, siguiendo el hilo de acontecimientos politicos y sociales de la última década, y prestando atención a la estrategia de dominación que las élites sociales adoptaron desde las revoluciones liberales, el dotar de un código legal que favorezca a los integrantes del colectivo LGTB era el siguiente paso necesario para conformar unas élites mixtas, para así efectivizar la represión de las clases populares, cada vez mas desnaturalizada.
Primero vinieron los famosos “derechos civiles” para las personas negras en los Estados Unidos. A continuación, -y muy sonado en lo que se dice España, desde la aprobación de la Ley de Violencia de Género-, la “igualdad” entre hombres y mujeres, todo ello de la mano del Estado y del feminismo de Estado, como resulta obvio, y ahora le llega el turno a los LGTBI.
Desde este punto de vista, es fácil entender la necesidad del aparato estatal de dinamizar sus élites, pues su configuración actual aún resulta ineficiente y poco práctica, pues aspiran a un poder omnímodo sobre la existencia y sobre la vida, a fin de completar el programa con el que la modernidad nació, un proyecto de fascistización de la vida social y política al que estaríamos viendo casi terminado a dia de hoy.
Resulta cómico hasta cierto punto además, como en el colmo de la incoherencia, se espera que el Estado se niegue a si mismo, pues se ignora que no ha sido el redentor de las personas homosexuales, sino su perseguidor histórico, su encarcelador, su torturador y su exterminador por encima de cualquier institución religiosa, y que en ciertos Estados como aquellos que se encuentran sometidos al Islam político, aún hoy se apedrea a todo aquel con preferencias sexuales distintas a la norma.
Lo mas escabroso de esta iniciativa legal hoy en trámite no es que propugne un retorno a la inquisición, esta vez al servicio de las religiones políticas, seculares, tampoco es la creación de tribunales de excepción ni la criminalización de la libertad de expresión, harto negada por otras leyes como la Ley de Seguridad Ciudadana (a la que, por cierto, mucho se le criticó desde la misma izquierda que hoy aprueba una ley mucho más totalitaria), es la politización de la sexualidad, una condición humana que deberia ser campo exclusivo de la intimidad, y que no tendría por que trascender al ámbito público ni mucho menos volverse consigna política ni arma de enfrentamiento (otra mas) entre las clases populares.
Ruego a mis lectores que por favor dejen la ingenuidad y el buenismo aparcados a la hora de pensar estas líneas. Que busquen información, y sobre todo, que la comparen con su experiencia propia y con lo que su intuición les dice y sopesarlo. No va a ser precisamente el Estado, que tantas agresiones ha acometido al pueblo, y en particular a los homosexuales, quien salga en su defensa ni los “proteja”, además de que cada individuo puede protegerse a si mismo y valerse por si mismo. Los tiros, a mi modesto parecer, deberían ir encaminados a construir un proyecto revolucionario basado en el amor, la tolerancia y el aprecio por el apoyo mútuo, además de por la verdad y la libertad, en el que no exista coerción o flagración mínima de las libertades civiles, entre ellas la de conciencia. Que cada persona pueda construirse a si misma en todos los aspectos, incluida la sexualidad, sin que venga ningún caudillo o ente a destruirla (o, como se dice ahora, deconstruirla) desde fuera.
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