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Los enemigos indeterminados de los totalitarismos.

Dos reflejos de dos versiones distintas del fascismo.



En estos países, llamados democracias, el pueblo importa lo más mínimo, lo que de verdad importa son los “creadores de democracia”, es decir, la existencia de unos pocos grandes capitalistas (…) que en última instancia dirigen al pueblo, la masa de gente no les interesa lo más mínimo. Son los únicos a los que realmente debe considerarse elementos internacionales, ya que llevan sus negocios en todas las partes del mundo. Es una pequeña camarilla internacional, sin raíces, que enfrenta a los pueblos entre sí, que no quiere que tengan paz”.

-Adolf Hitler, definiendo los marcos de la guerra contra “el judio”.

Esta noche somos un pueblo destrozado por la maldad y llamado para defender su libertad. Nuestro dolor se ha tornado en ira, y la ira en soluciones. Llevaremos nuestro enemigo a la justicia, o llevaremos la justicia hacia nuestro enemigo, la justicia triunfará de todas formas. (…) Los terroristas han sido instruidos directamente para matar a todos los americanos (…) Estas peticiones no están abiertas a ninguna negociación o discusión, o los Talibanes actúan (entregando a los terroristas) de forma inmediata o compartirán su destino”.

-George Bush, definiendo los marcos de la guerra contra “el terror”

Y la última lectura que podemos hacer de esta sentencia es que estamos en guerra. Que podemos verlo o no verlo, pero eso no hará que la guerra pare. Que es la prepotencia machista quien nos gobierna, quien nos quita la paz desde las mismas salas donde deberían darnos justicia (…) porque cuando empezemos a clavar navajas hasta la empuñadura a los prendas que nos digan qué hacer en un portal, nos juzgarán aún más”.

-”Barbijaputa”, definiendo los marcos de la guerra contra “el machismo”.

Antes de que comiences a embestir tu cuerpo con cortos espasmos paroxísticos dada tu identificación ideológica, tus sesgos cognitivos, o cualquier otra circunstancia que te haga no cuestionar un ápice por pequeño que sea de toda la parafernalia, que no ha conocido parangón en la historia de España de los últimos 40 años, te pido que te relajes. Esto no es un ataque hacia ninguna persona. Esto es un ataque en defensa propia y en defensa de las libertades civiles que todas las formas institucionales, apelando siempre a luchas superiores a los individuos (y a sus libertades) han querido negar. 

No obstante, como bien dijo un profesor que tuve durante la carrera, las instituciones no existen en el mundo físico, no son capaces de actuar como un individuo. No obstante, su sistemática negación de las libertades reales les han permitido tener un remanso de individuos con los que poder mover a placer, como fichas del ajedrez, pues, olvidando todo lo que tienen de sí, olvidando su autonomía e independencia, se han entregado servilmente a los designios de las dictaduras liberales partitocráticas, y su negro y triste futuro para todos nosotros.

La falta de proyección histórica también hace mella, desafortunadamente. Se ve y se contempla la incoherencia no asumida, no cavilada, y no interiorizada por unos seres ¿humanos? incapaces de dirimir todo lo que trascienda de sus deseos, pasiones y placeres internos, invocando un cóctel emocional y clamando por respuestas fáciles, sencillas y contundentes al poder constituído, y ofreciéndole una oportunidad de oro para sestar el golpe, quizá definitivo, a la sociedad. Es una paradoja, que los defensores de los oprimidos y cuestionadores de opresiones, no vean que toda esta campaña mediática les hace quedar a ellos mismos como opresores, como linchadores, como intimidadores de todo aquel que no calle y repique sus postulados, les hace quedar como superiores virtualmente frente a los demás, pobres pecadores, inmundos, que tenemos que abrazar su cosmovisión putrefacta so peligro de caer en el descrédito, en el acoso más vil y cobarde, e incluso en las amenazas y el chantaje. De tanto que “combaten” el fascismo, se han olvidado de que ahora, el rostro y las mañas de los fascistas les están definiendo, hasta tal punto que, como se ha visto, coinciden en lo esencial.

Algo elemental pues, de todo totalitarismo, aparte de su superioridad moral, política, ideológica y biológica sobre el resto de la humanidad, a la que se ven con derecho de alienar hasta lo más hondo, es su búsqueda de enemigos, de alter egos del pueblo común, que, yendo en pro de estos terribles discursos se asemeja cada vez más a la plebe, que, en el circo, aplaudía y bramaba porque la curia romana cumpliese sus designios de ver morir desangrados a gladiadores en la arena mientras comen pan y beben vino. 

Estos enemigos, pues, son siempre indefinidos, indeterminados. Todo el mundo puede ser cómplice, o bien de ser judío, o bien de ser amigo/vecino/familiar/allegado o mero cómplice de éstos. Cualquier persona de nacionalidad árabe o de confesión musulmana es un potencial terrorista. Cualquier hombre es un potencial machista, violador en serie y asesino de mujeres. 

Al no determinar la naturaleza y características concretas de este enemigo, la aplicación de la justicia deja de ser tal para convertirse en una turra de procesos sumarísimos y vistas para sentencia en las que, o bien un tribunal militar, o bien un “juicio” del populacho, del vulgo de ciudad, completamente despersonalizado y gregario, que brama voz caliente en boca con instruir en “perspectiva de género” a los jueces, con el fin de hacerlos más sexistas en lugar de menos. Al no explicitar un rostro concreto y unos objetivos delimitados, esto da pie a la toma de medidas de excepción.

La lucha contra estos supuestos enemigos, que están en todas partes y en ninguna, que roban nuestra paz, nuestra confianza, nuestra seguridad. Que están pertrechando el mal de una civilización (judíos), pueden atentar contra decenas de inocentes y causar más dolor y sufrimiento (musulmanes), o pueden, de forma inminente, convertirse en asesinos y violadores en serie (hombres), hace necesario que el Estado, nuestro “pater familias” cumpla las funciones que se ha autoimpuesto de proteger a los débiles y a los necesitados, de mantener la “paz y la seguridad” en contra de la libertad, y con el fin de protegernos de forma efectiva de estos riesgos, cree medidas de excepción para, echada de una vez su careta benévola, exponga toda su naturaleza represiva.

Es ahí cuando, el parlamento alemán aprueba una Ley habilitante para sellar el principio de su fin, un suicidio institucional (que no político) para otorgar poderes plenos al entonces canciller Adolf Hitler. Es ahí cuando George Bush aprueba, con la cuasi unanimidad de toda la cámara la “Ley PATRIOT” para encarcelar sin habeas corpus ni “garantía” ninguna al que se le antoje bajo sospecha de terrorismo. Es ahí donde nacen los guantánamos, los Autswichz, o cualquiera de estas terroríficas medidas. Es ahí donde PODEMOS y otras fuerzas políticas elaboran leyes como la Ley Mordaza LGTB, o el proyecto de ley por el cual se invertiria la carga de la prueba en caso de un delito de violación con características similares al caso “La Manada”.

Nos están dividiendo. Esa es la única conclusión que subyace a esta corta pero aguda y necesaria reflexión. Y lo más oscuro de todo es que están ganando. Los que decidimos no formar parte de esta guerra, lo hacemos desde la espiral del silencio, e incluso desde el miedo. Como meros espectadores. Miedo el que nos da sufrir y padecer por atrevernos a contestar negativamente a toda la turba misántropa que reclama cabezas de gente cual populacho de Toulouse frente al padre de familia Jean Calas, que fue asesinado únicamente para calmar a las masas. No podemos mirar para otro lado. No cuando este fascismo de nuevo cuño está impregnando cada vez más y más el discurso oficial. No cuando la aparente pluralidad de partidos se disuelve para mostrar su realidad: Es un partido único de partidos, un mismo dragón con cinco cabezas, pero que las tiene todas sujetas al tronco (la lealtad al Estado, al parlamento y la destrucción de la vida social pasando por la completa atomización del sujeto). 

Tenemos que darnos cuenta que el problema no es nuestro vecino, ni su procedencia, ni su sexo. Que no existen buenos ni malos, porque esa disquisición moral nos corresponde a todos. Que la culpa no corresponde a un colectivo en particular. Arda esto a quién le arda, no existen construcciones sociales que legitimen de forma histórica ningún tipo de opresión. La única opresión que podemos, y debemos atrevernos a señalar, es aquella que lleva, a lo menos, 250 años de existencia. Aquella que diciendo defendernos ha habilitado las mayores atrocidades de la historia. Aquella que no deja espacio para el libre desarrollo y elección moral, sino que condiciona y coarta únicamente para el buenismo infantil e inocente o para la consecución del mal por ignorancia. Nunca para la elección y práctica del bien o del mal. Son ese Dios del Génesis que, en lugar de permitirnos escoger, nos quiere ciegos e ignorantes de nuestro propio destino. Pues el querubin que defiende el “árbol de la ciencia del Bien y del Mal” se viste de morado, tiene por lema un puño y el símbolo femenino y a sus espadas preside la crueldad y la desidia. 


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